lunes, 1 de diciembre de 2008

Llanto

Ya no vale la pena llorar

Las lagrimas vertidas ese árbol ya no secarán,
Aquellas raíces fortalecidas están
Con el néctar salobre que
Por años las regó.


Cada hoja que el viento del
Otoño arrancó
Desgarró su alma y la envolvió
De una corteza triste,
Por aquél
Que no supo libar la dulzura
De su vientre al despertar.

Pequeñez del que no sabe amar
De aquel que no capto
Los diamantes cegadores que al mirar
Sus ojos lanzaban a rabiar;
Menos supo ver aquel corazón de niña
Que se abría de dolor,
Cuando el carbón que brillaba en su mirar
Solo odio prendía
Y a otra el roció esparcía.

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